Las ampollas son vejigas que se forman en la piel como consecuencia de rozamientos, pellizcos o presiones repetidas en un mismo lugar del cuerpo. El manejo inhabitual de una herramienta o las largas caminatas con zapatos muy rígidos y nuevos provocan la aparición de ampollas, muy dolorosas, que al principio están cerradas, pero que a la larga pueden reventar. Las ampollas suelen aparecer en las manos y en los pies. Estas hinchazones de la piel (epidermis) contienen un líquido claro, a veces ligeramente teñido por estar mezclado con un poco de sangre. Se trata de una reacción de alarma que, mediante el dolor que provoca, avisa de que se debe atenuar la causa que la ha producido mediante el uso de guantes de protección, de zapatos más cómodos, etc. Gracias a un entrenamiento progresivo, la piel acaba por insensiblizarse frente a los rozamientos habituales.

Puede ocurrir incluso, y ocurre a menudo, que la piel se espese, se endurezca y forme un ligero abultamiento llamado callo. Algunos trabajadores tienen voluminosos callos que indican el lugar en que el frotamiento de la herramienta con la que trabajan es más intenso: manos callosas del labrador, callo del zapatero que utiliza sus cuchillas, o callos del sastre en la zona de las manos donde rozan las tijeras, etc. Las ampollas simples se curan fácilmente, pero no se debe cortar la piel, pues así se evita que se infecte la herida. Los padres o el médico reducen el volumen de una ampolla traspasándola con una aguja fina que previamente ha sido pasada por el fuego para desinfectarla. Este pequeña operación no es dolorosa en absoluto, ya que la piel de la ampolla está muerta. EI líquido claro sale por los dos agujeros hechos por la aguja y la piel parece volver a su sitio, aunque, en realidad, se seca y cae cuando se ha renovado la epidermis. Las quemaduras también provocan la aparición de ampollas.