El dolor es una señal de alerta, pero puede no ser proporcional a la gravedad del mal que lo provoca. Es una indicación para que el médico halle la causa del mal. Será combatido o anulado mediante cuidados que anulen la causa de la enfermedad o mal y mediante medicamentos que reduzcan la agudeza del propio dolor. Los dolores de cabeza (jaquecas), los cólicos, las neuralgias, los dolores de muelas y en general todos los dolores (tortícolis, reumatismos, heridas o quemaduras) son a veces insoportables. 

Entre los remedios corrientes para calmar el dolor hay que citar los masajes, los baños calientes, los baños de aire caliente (con secador de cabellos), las radiaciones de rayos infrarrojos, los sinapismos (cataplasmas revulsivas que calientan y provocan el aflujo de sangre a la región adolorida), las aplicaciones locales de hielo que calman la intensidad del mal y, por consiguiente, el dolor, y otros muchos que podrían mencionarse. También a menudo se utilizan preparados que contengan ácido acetilsalicílico para calmar el dolor. Se trata de medicamentos corrientes que han de ser tomados con precaución y en cantidades razonables. Los numerosos laboratorios que han comercializado estos productos los presentan al público en diversas formas: comprimidos, polvos solubles o efervescentes o líquidos inyectables. Los preparados con ácido acetilsalicílico ocupan un lugar de honor en todos los botiquines familiares. Este ácido actúa rápidamente contra los dolores de cabeza o de muelas, contra los dolores en general, contra la fatiga y contra el cansancio. También origina el descenso de la fiebre. Los niños nunca deben tomar estos préparados sin que lo sepan sus padres, ya que ellos conocen las dosis que pueden tomarse sin causar daño.