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Los portaaviones
Para permitir que los aviones de reconocimiento, de caza o de bombardeo se aproximen lo más posible a sus objetivos, las marinas de guerra acondicionan, a bordo de grandes navíos llamados portaaviones, pistas de despegue y de aterrizaje, hangares, talleres de reparación y lugares específicos para repostar carburantes y reponer municiones. Podemos juzgar de la importancia de los portaaviones a través de las características técnicas de uno de los más poderosos: su puente de despegue, que lo cubre por completo, está totalmente libre de obstáculos en una longitud de 335 metros y en una anchura de 76 metros, ya que las chimeneas y el puente de mando están situados a un lado; dispone, en la parte de proa, de varias «catapultas»; su pista de aterrizaje, colocada oblicuamente y equipada con frenos, permite que los aviones continúen su trayecto sin hallar obstáculos cuando no han tenido éxito en su aterrizaje a la llegada. Sus máquinas son reactores nucleares, que desarrollan 280.000 caballos y permiten a este monstruo navegar a 60 kilómetros por hora y dar tres veces la vuelta al mundo sin repostar, a una velocidad media de 50 kilómetros por hora.
Es muy manejable y muy estable, y puede ser mantenido constantemente de cara al viento, de forma que su velocidad propia se añade a la del viento y a la de los aviones para hacer las maniobras de éstos aún más seguras. Los hangares cobijan un centenar de aviones, desde los pequeños cazas antisubmarinos hasta los bombarderos de 30 toneladas. Están situados en diversos pisos y comunican con la pista de despegue a través de múltiples ascensores. Un universo de máquinas electrónicas permite que 4.000 hombres vivan a bordo en buenas condiciones de comodidad y de trabajo; además, permiten que se efectúen, con todas las garantías de seguridad, tres despegues o dos aterrizajes cada minuto
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Moldear los plásticos
Desde tiempo inmemorial se utilizan materias plásticas naturales, como la arcilla de modelar, el asfalto o las resinas, que permiten obtener formas nuevas por presión o mediante un ligero calentamiento. Lo que en la actualidad llamamos «plásticos» son materias que no existen en la naturaleza, sino que se obtienen industrialmente mediante síntesis. Las primeras materias plásticas artificiales aparecieron hace aproximadamente unos treinta años. En la actualidad, se emplean más de mil productos diferentes. Al principio, los plásticos se obtuvieron a partir de materias naturales. Para fabricar celuloide, el primogénito de los plásticos, se plastificaba pasta de madera o celulosa con alcanfor.
Podían obtenerse diferentes formas por medio del calor: era termoplástico. Apareció después la galalita, que se preparaba con caseína y formol. Les sucedió la baquelita, que se obtenía a partir de una materia artificial plastificada por el formol y el fenol. La baquelita fue la primera de las resinas termoendurecibles, que mantienen su forma y se endurecen si se las calienta. Los nuevos plásticos proceden casi siempre de la hulla o del petróleo, y su precio de coste es poco elevado. Se les da forma por procedimientos simples. Primero son calentados y a continuación se moldean por compresión o por inyección, aunque también pueden depositarse sobre una superficie plana, como las películas de la industria fotográfica. Los plásticos más recientes son los politenos, para los radares, las siliconas, para los barnices, el nylon, cuya composición y cuyos usos son semejantes a los de la seda, y los poliésteres, que reforzados con fibra de vidrio sirven para carrozar los automóviles, los aviones y las naves espaciales.
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Hacer un tonel
Miles de pipas de madera, llamadas toneles, permiten almacenar, conservar y hacer madurar y envejecer, en madera, el buen vino y los alcoholes de calidad. Pese a la competencia de las cubas de cemento y de las cisternas metálicas, la tonelería industrial, y principalmente la de artesanía, continúan produciendo toneles de madera, desde los pequeños barriles hasta los enormes bocoyes. Los toneles están fabricados con tablas de madera ensambladas las unas con las otras, sin junturas especiales. La simple unión sin intersticios de estas tablas es suficiente para garantizar que el recipiente sea hermético, ya que la humedad, al hacer que se hinche la madera, se encarga de que los ensamblajes sean estancos.
El tonelero utiliza maderos verdes y los parte en el sentido de sus fibras para obtener unas planchas en bruto o tablas. Emplea madera de castaño o de acacia, pero prefiere el roble para los toneles de calidad. Después de un largo período de secado, hace con estas tablas las duelas para las paredes del tonel y las tiestas para los dos fondos de ensamblaje. Trabaja cada pieza con atención sobre la garlopa especie de cepillo largo y macizo invertida y mantenida en posición oblicua con ayuda de los pies; es decir, las tablas son las que se deslizan sobre la lámina cortante. Para mantener el ensamblaje de las duelas y las tiestas rodea los toneles con varias filas de aros metálicos bien ajustados y cerrados con fuerza. Los nombres y las capacidades de cada uno de los diferentes tipos de toneles varían en cada región productora de vino. Las capacidades suelen oscilar entre los 700 y los 60 litros de vino, aunque las cubas de cemento o de metal, recubiertas interiormente con un revestimiento especial neutro, pueden contener varias decenas de hectolitros de vino.
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Producir níquel
El níquel, aislado por primera vez hace dos siglos y fabricado desde hace cien años, es en la actualidad indispensable para la industria moderna no sólo por su excepcional resistencia a la corrosión, sino principalmente debido a las cualidades que confiere a todas sus aleaciones con los metales usuales, aleaciones cuyo número crece sin cesar desde los inicios de nuestro siglo. El níquel es un pariente cercano del hierro. Es poco abundante en la corteza superficial de la Tierra, pero se cree que es uno de los principales materiales componentes de su núcleo. Los grandes países productores de mineral son Canadá (más del tercio), el territorio de Nueva Caledonia y la U.R.S.S. Estos minerales son silicatos o piritas.
La extracción del metal exige procedimientos muy complicados para separarlo del hierro, del cobre y principalmente del cobalto, cuerpos con los que muy a menudo está asociado. El tratamiento de las piritas es el más fácil. Canadá, que es el país que las explota, es por esta razón el mayor productor de este metal en el mundo, seguido de bastante lejos por la U.R.S.S. El níquel raramente se emplea en estado puro, excepto para proteger al hierro, y desde hace poco al aluminio, en forma de una cobertura por chapeado en caliente o por electrólisis de una delgada capa de níquel asociado a cromo. La mitad de la producción se emplea en la fabricación de aceros inoxidables. Los más corrientes contienen un 18 por ciento de cromo y un 8 por ciento de níquel. Su fusión se realiza en hornos eléctricos. Estas aleaciones parecen insensibles a los cambios de temperatura, son tan duras y resistentes a 2.000° C como a 200° C y su dilatación es prácticamente nula, como la del «metal invan (64 por ciento de hierro y 36 por ciento de níquel). Debido a que son muy malas conductoras de la electricidad y muy magnéticas, estas aleaciones se emplean en la fabricación de resistencias eléctricas y de electroimanes.
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